Un gusto, Zacarías

Por Francisco Nuñez V. / @pancho_nunezv
Periodista.

-Mira, se parece a Zack de la Rocha… jajajá.

Fue una tarde de diciembre de 2005 y -hasta donde recuerdo- el buen Coke González me había acompañado a comprar un regalo para el amigo secreto del trabajo. Como la única intención era cumplir con el obligatorio presente sin necesidad de ponerme creativo, fuimos directo al sector de vinos del Líder de Vespucio con Castillo Velasco. Y ahí estábamos, cotizando tintos de entre tres mil y cinco mil pesos, cuando de la nada emerge un chascón flaco que agarró una botella cualquiera (un cabernet sauvignon (que costaba sobre los $10.000, eso sí) y partió con rumbo a la caja.

Pese a la incredulidad inicial de González, resulta que ese chascón flaco sí era Zack de la Rocha, de quien se sabía que andaba de vacaciones por nuestra larga, angosta y últimamente furiosa faja de tierra.

Sin pensarlo mucho tomamos una botella, lo seguimos, nos pusimos detrás suyo en la fila de la caja y lo abordamos. Porque, como le dijimos en un confuso spanglish, la música ambiental de nuestra juventud tenía -y tiene- el sello de los tres discos de estudio de RATM.

Nos saludó, preguntó nuestros nombres, tras lo cual nos dio la mano diciendo “un gusto, Zacarías”. Fue un diálogo rápido en el que creo que hasta le preguntamos por el disco solista que se decía que estaba preparando. Nos dijo que pronto estaría listo, aunque jamás salió. Supongo que solo quiso ser amable, porque en ese minuto y medio que con suerte duró el encuentro no hubo luces del colérico frontman que por ahí por 1993, cuando irrumpió en la radio local, espantaba a cualquiera cantando Killing in the name, hit fundamental del debut homónimo de la banda.

Sobraba la ira y la rebeldía en todo ese rap, metal, punk, funk y vaya a saber uno qué más había dentro de la mescolanza irresistible que fue la base con que ejercieron su potente activismo político. Pocos grupos habían sido tan directos y certeros al construir un clímax de máxima tensión musical que obligaba a poner atención a la brutalidad policial, el racismo y el extremo capitalismo que denunciaban en esas letras que invitan a la revolución.

La rabia contra la máquina pura y dura se fue matizando con el paso del tiempo. Tras el exitoso Rage Against The Machine, vinieron Evil Empire (1996) y The Battle of Los Angeles (1999), y entre medio todo el brillo de ese lado lindo que tiene el éxito comercial: estadios llenos, premios y, también, polémicas infantiles, como cuando los premios MTV del año 2000, Tim Commerford, el bajista, subió a una estructura para protestar por un premio que le habían entregado a Limp Bizkit y terminó arrestado.

En diciembre de ese mismo año 2000, RATM lanzó un disco de covers, Renegades, el que ni siquiera alcanzaron a promocionar en vivo. Sorpresivamente en octubre de ese año, De la Rocha había decidido irse de la banda para, según dijo, enfocarse en una carrera en solitario que aún no despunta.

No está claro qué fue lo que sucedió en la interna de la banda, aunque Tom Morello asumió parte de la culpa en una entrevista para el programa de radio de Lars Ulrich en 2018.

“Mi versión de la banda era, ‘hagamos un disco cada seis meses. Seamos Led Zeppelin político y derroquemos al gobierno y hagamos los mejores álbumes que hayan hecho jamás… para el miércoles, ¡adelante!… En esa búsqueda, no siempre fui sensible a las necesidades emocionales de los miembros de mi banda. Y todos tienen su rol en él, pero ahí es donde contribuí al caos que finalmente terminó con la banda”, dijo.

Sin De la Rocha, los otros RATM se unieron a Chris Cornell y formaron Audioslave, banda que alcanzó a lanzar tres discos.

Lo bueno es que RATM se volvió a juntar, y en plan de amigos montaron una gira mundial que hace 10 años, el 11 octubre de 2010, por fin, los trajo hasta el estadio Bicentenario de La Florida para ofrecer un potentísimo y estruendoso show denominado como La Batalla de Santiago, una catarsis rabiosa que cobró vida poco antes de que comenzara el show, cuando parte del público que se encontraba  en cancha general irrumpió en la zona preferencial de cancha vip.

 Y ya van 10 años de esa descarga iracunda en la que RATM ofreció un rápido repaso por su discografía, le cantó a los 33 mineros de la mina San José que por esos días seguían atrapados y le dedicaron Freedom a Roberto Bolaño.

Cada cierto tiempo, el mismo Tom Morello saca a colación aquella noche memorable, la que alguna vez definió como “Santiago es la audiencia más loca que he visto en cualquier sitio… si han visto videos de Queen en el Live Aid, es como eso multiplicado por 10”.

Este 2020, con un Zack de la Rocha que ya cumplió 50 años, RATM había anotado una nueva gira, pero la pandemia obligó a retrasar los planes quién sabe para cuándo. Eso sí, para delicia de nuestro corazón tribunero, la reunión fue anunciada con una foto de la Plaza de la Dignidad en plena ebullición. Porque acá es donde esa rabia dormida había despertado con furia.

Lo único que recuerdo al final del encuentro con Zack de la Rocha es que, tras despedirnos, con mi amigo lo vimos alejarse y luego volvimos a entrar al supermercado. Compramos un pack de cervezas y nos lo tomamos en una plaza cercana. Necesitábamos procesar el inesperado encuentro.

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