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AC/DC: El cuesco del rock and roll

Por Jorge Lagás / @cerebroatomico
Periodista y productor radial.

En el mundo de las frutas, si tomas una y le empiezas a sacar todas las capas que la rodean, desde afuera hacia adentro, lo que te queda es el cuesco. Que no es solamente un hueso para desechar, sino el núcleo central, la semilla y muchas veces una fuente de aminoácidos con muchas propiedades beneficiosas, incluso a veces superior a la parte que todos creen más comestible. En el mundo de la música, si tomas el rock y le empiezas a sacar todas las capas que lo rodean, desde afuera hacia adentro, lo que queda es AC/DC. Y sí, es todo eso: el núcleo central, la semilla y una fuente de muchas propiedades beneficiosas. Siempre muy superior a la parte que todos creen más comestible.

Por supuesto no son los únicos a los que se les puede atribuir esa condición: los Rolling Stones también la tienen, Motörhead también la tenía, los Ramones también la tenían. Pero hoy tenemos que hablar de AC/DC por su inminente regreso a las pistas, recuperando integrantes históricos y prontos a lanzar su nuevo disco de estudio “Power up” el 13 de noviembre (del que ya pueden hacer la reserva ACÁ).

Han pasado “solamente” seis años desde su última producción, pero fue suficiente para echarlos harto de menos. No se trató de la típica pausa para descansar, sino de un período lleno de dificultades que partió con el triste retiro y posterior fallecimiento del guitarrista rítmico y fundador Malcolm Young; siguió con los desopilantes problemas con la ley del baterista Phil Rudd, que lo sacaron de circulación dejándolo en arresto domiciliario; continuó con las complicaciones de salud del vocalista Brian Johnson, que afectaron su audición y lo dejaron fuera de la actividad; luego fue el turno del bajista Cliff Williams, que cansado de tanta cosa decidió colgar el bajo y pasar a un tranquilo retiro. Así las cosas, el guitarrista principal Angus Young quedó prácticamente solo. La gira de “Rock or bust” (2014) tuvo que ser terminada con Axl Rose como vocalista, en una movida tan llamativa como discutida, mientras el puesto de guitarrista rítmico quedó para su sobrino Stevie Young y en la batería los salvó Chris Slade, que había estado con ellos en un breve lapso en la primera mitad de los 90.

Aunque los reemplazos cumplieron, era inevitable la sensación de que se estaba cayendo a pedazos una institución que durante cuatro décadas hizo gala de su solidez. Todo había comenzado cuando a principios de los 70 los hermanos Young, nacidos en Escocia y avecindados desde niños en Australia, echaron a andar un grupo que no tenía que ver con las tendencias de la época, sino que remitían al inicio de todo, al blues rock, a la importancia del riff, a “mover la patita”… al cuesco mismo del rock and roll. Se consiguieron un peculiar cantante llamado Bon Scott, la quintaesencia del frontman rockanrolero de cantina, y empezaron a dar que hablar en el circuito australiano. En 1975 sacaron sus dos primeras producciones discográficas, “High voltage” y “T.N.T.”, solamente para el mercado de ese país, y el debut internacional llegó al año siguiente con “High voltage”, que era básicamente el resumen de esos dos primeros lanzamientos. Desde entonces vino una seguidilla imparable de discos que hoy son legendarios, como “Dirty deeds done dirt cheap” (1976), “Let there be rock” (1977), “Powerage” (1978) y “Highway to hell” (1979), en una curva ascendente que se cortó de golpe cuando Bon Scott se ahogó en su propio vómito en una de sus célebres borracheras y pasó al panteón de los mártires del rock.

En cualquier banda, la pérdida de un frontman tan carismático hubiera decretado su fin. Pero acá la otra gran estrella era un guitarrista llamado a hacer historia, así que se consiguieron otro cantante llamado Brian Johnson, escribieron un disco homenaje a Bon Scott llamado “Back in black” que lanzaron poco después de su muerte y se convirtió en el segundo disco más vendido de la historia. No del rock, sino de todos los géneros de la industria musical, solamente superado por el “Thriller” de Michael Jackson. Aunque depende del ranking que se consulte, pero por lo general no baja de los cinco primeros.

Desde entonces inician una nueva etapa orientada al rock de estadios, que dejó otros hitos como “For those about to rock” (1981) o “The razor’s edge” (1990), por nombrar solamente los más exitosos. Ya entrados los años 90 y desde los 2000 en adelante, su estatus de leyendas vivientes hizo que cada disco nuevo que sacaran, sin importar que fuera bueno o malo, se tratara de todo un acontecimiento.

Es que en AC/DC, más que canciones puntuales, lo que importa es el sonido que los identifica. Su principal virtud y al mismo tiempo su gran defecto, para los detractores. Los que dicen que “son todas las canciones iguales”. Bueno, sí, son iguales… de buenas. Si te gusta una, te gustan todas.

Por eso los fans y el público en general esperamos con ansias esta reaparición donde el gran impulso ha sido el regreso de los históricos: Brian Johnson, Phil Rudd y Cliff Williams han vuelto para apañar al incansable Angus Young. El único que falta es Malcolm, por razones evidentes, pero aparte de eso, es prácticamente la misma formación del “Back in black”.

Se vienen un montón de canciones que ya sabemos como van a ser, pero las necesitamos. Es lo que merecemos en este duro 2020, una alegría de este tipo, reencontrarnos con el núcleo mismo del rock de estas últimas décadas. Bienvenidos de vuelta, AC/DC, ¡que suba el poder!

Video del single “Shot in the dark”:

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