Iron Maiden y el día que selló su pacto con Chile

Por Jorge Lagás / @cerebroatomico
Periodista y productor de radio Futuro.

Si hay un artista que tiene una historia interesante en su relación con nuestro país es Iron Maiden. Dentro de ella, uno de los capítulos más significativos fue el que se escribió hace exactamente una década, el 10 de abril de 2011: su primer concierto en el Estadio Nacional. Un show que la banda inmortalizó en el disco y DVD oficial “En vivo!”, con el que mostraron al mundo cómo se vive el culto a Iron Maiden en estas tierras.

A estas alturas, el grupo ya ha llenado el mismo estadio cuatro veces, consolidándose como un fenómeno. Pero llegar ahí por primera vez no fue fácil. El inicio de esta historia se remonta a 1992, cuando se frustró su debut en Santiago tras una infame campaña político-religiosa que hasta hoy nos avergüenza. Finalmente pudieron tocar acá en 1996, en el Teatro Caupolicán, sin el cantante histórico Bruce Dickinson, estando en su lugar Blaze Bayley. Pero qué diablos, era Iron Maiden y el teatro se reventó de fanáticos con una sensación de revancha.

Después vino una segunda frustración: en 1998 estaban confirmados como cabeza de cartel del evento Monsters of Rock en el Velódromo del Estadio Nacional, pero por la detención de Pinochet en Londres y la tensión que había entre Chile e Inglaterra, finalmente no vinieron. Ya parecía una maldición.

Afortunadamente las cosas empezaron a cambiar con el nuevo milenio: en 2001 la banda llegó a la Pista Atlética del Estadio Nacional con el flamante regreso del añorado Bruce Dickinson. Lo de esa ocasión fue como sacarse todas las espinas de la década anterior, por fin Iron Maiden con Bruce Dickinson tocaban en Chile y lo hacían a lo grande. En 2004 volvieron al mismo recinto y repitieron la dosis. Pero ya en la siguiente visita, en 2008, hubo un nuevo punto de inflexión, con la gira Somewhere Back In Time, que prometía un viaje en el tiempo hacia su época dorada de los 80. Los fans respondieron agotando rápidamente la capacidad de la Pista Atlética y el paso natural habría sido pasarse a un recinto más grande, porque seguía habiendo demanda de tickets aún después de agotarse. Hubo gestiones para el Estadio Nacional, pero no se pudo. Finalmente fue en la Pista Atlética y ya el día del show, en medio del espectáculo, Bruce Dickinson apuntó su dedo en dirección al estadio grande, decretando: “La próxima vez estaremos ahí”, ante el rugido de la multitud.

No se equivocó. Bueno, en realidad, sí. Porque “la próxima vez” fue al año siguiente, pero tocaron en el Club Hípico. Les había ido tan bien con la gira Somewhere Back In Time, que después de dar la vuelta al mundo volvieron para una “segunda pata”. Y ese ha sido hasta ahora el show de Iron Maiden que ha llevado más gente en nuestro país, con 68 mil maníacos dándolo todo. Para la banda también fue importante, siendo el concierto propio (fuera de los festivales) más masivo que habían dado en su historia.

Después de eso, ya nadie podía negar que Iron Maiden movía muchísima gente en Chile, así que en 2011, después de tantos intentos y tener que demostrar tantas cosas, finalmente se les abren las puertas del Estadio Nacional. No es el lugar con más capacidad (en el Club Hípico cabe más gente), pero sí el más prestigioso y con más historia. Por eso, más que un mero cambio de recinto, representaba una especie de aceptación, no solamente para Iron Maiden, sino para todo el heavy metal. Estaba bien llenar Pistas Atléticas y Clubes Hípicos, sin embargo el principal recinto del país parecía reservado solamente para “ciertos” artistas de corte más pop o de rock más transversal, no para un “nicho” que todavía era mirado en menos y todavía se le tenía miedo. Nunca le habían pasado el Estadio Nacional a una banda metalera, ellos fueron los primeros. Este salto de nivel ayudó a darle al metal un mayor respeto en la industria local de conciertos, a la par de cualquier otro artista popular de alta convocatoria.

Para rematar el hito, el grupo anunció que el show iba a ser grabado para un registro oficial, porque el resto del planeta tenía que ser testigo de lo que era un concierto suyo en Chile.

El resultado salió unos meses después, a principios de 2012, se llamó “En vivo!” y fue la forma de inmortalizar este pacto entre el grupo y su público, este triunfo de llenar el recinto más importante después de una historia que partió con todas las dificultades posibles. Un triunfo de la música, también, por sobre los prejuicios y cualquier otra cosa.

Y a propósito de música, unas palabras también sobre el contenido del disco, más allá de lo simbólico: es el show de la gira de “The final frontier”, un álbum que había dejado con gusto a poco, pero cuyas canciones crecieron en su interpretación en vivo, así se nota por ejemplo en cortes como “The talisman” y “Coming home”. Y para qué estamos con cosas, un concierto de Iron Maiden puede tener la excusa de un disco nuevo, pero lo que todos van a ver son los clásicos. “2 minutes to midnight”, “The evil that men do”, “Fear of the dark” y “Hallowed be thy name”, entre otras, no fallan en su capacidad de mover a cualquier espectador, y nos recuerdan por qué nos gusta tanto la banda. También están los neo-clásicos del catálogo post 2000, como “Dance of death”, “The wicker man” o “Blood brothers”, recibidas con gran entusiasmo por las 50 mil almas de ese día, casi tanto como los himnos más antiguos.

En definitiva, un show estremecedor y vibrante como siempre. Con el agregado de ser hecho en nuestro suelo, con nuestra gente y con la atmósfera única que sólo se da en un concierto de Iron Maiden en Chile.

Y con otro agregado más actual, también, si recordamos que fue la última banda que tocó en el Estadio Nacional antes de la pandemia (en octubre de 2019), por lo tanto también es una manera de revivir esa sensación de días felices.

Un deber para cualquier fanático.

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