Por Francisco Nuñez V. / @pancho_nunezv
Periodista.
Es el propio Nick Mason, en su libro Inside Out: A Personal History of Pink Floyd, el que reconoce que A momentary lapse of reason, es un álbum meticuloso, hecho a la segura, sin riesgos, y con el objetivo de salir bien parados en su primera aventura sin la conducción de Roger Waters.
El bajista se había opuesto de la peor forma a la continuidad de la banda tras The final cut, disco que grabó prácticamente sólo minimizando el aporte de Mason y David Gilmour, a quienes ni siquiera inscribió como productores del disco en los créditos.
Los problemas, por cierto, se arrastraban de mucho antes. En medio de la grabación de The Wall, Waters, disconforme e insatisfecho por el poco aporte creativo de Rick Wright, decidió echar de la banda al histórico tecladista, aunque le permitió volver como músico asalariado en los conciertos de esa gira. Tras eso, Wright se radicó en Grecia, aunque participó como músico invitado al final del disco. Como consecuencia de la pelea con el bajista, una cláusula le impedía volver a formar parte de Pink Floyd.
A momentary lapse of reason no había salido al mercado cuando comenzaron a preparar la gira que los traería de vuelta al ruedo.
Cuenta Mason que ante la incertidumbre del primer disco sin Roger Waters, no había una fila de marcas y empresas dispuestas a financiar la producción del tour de antemano. Así las cosas, la única manera viable de hacerlo era que el dinero lo pusieran David Gilmour y Nick Mason. Hablamos de varios millones de dólares que debían costear la nueva banda de apoyo, el diseñó del aparatoso escenario y el salario del centenar de operarios que lo debían levantar.
Para eso, Mason debió empeñar su joyita: un Ferrari GTO de 1962 avaluado en 14 millones de dólares.
Los ensayos previos fueron mostrando cómo funcionaba la dantesca pantalla circular. Y afortunadas casualidades, como el fallo en el software que controlaba las luces que rodeaban ese inmenso monitor que permitió saber que esas luces podían bailar al ritmo de la música y no permanecer fijas, como pensaban.
En un descanso de esa gira, Gimour y Mason se reunieron con Roger Waters, quien por fin se liberó del contrato que lo ataba a Steve O’Rourke, histórico manager del grupo. A cambio, dejó de poner trabas legales para que la banda siguiera utilizando el nombre Pink Floyd.
El tour, en total armonía y relajo, tuvo episodios notables y shows históricos en Versalles, Francia, el Gran Canal de Venecia y hasta en Moscú, un desafío logístico mayor. En un derroche mayor, además, se utilizaron 20 cámaras para grabar algunos conciertos, que como resultado dio 200 horas de video que alguien debe estar revisando aún.
Los últimos conciertos de la gira se utilizaron para grabar el audio de lo que terminó siendo Delicate sound of Thunder, un maravilloso disco en directo que este año ha sido remezclado para ser editado en todos los formatos (Cd+Blu Ray + DVD, Blu-Ray, CD, DVD y vinilo).
No está muy claro qué fue del Ferrari de colección que Nick Mason empeñó para financiar la gira. Pero, como fue todo un éxito, lo más probable es que lo haya recuperado sin dificultad.