Eddie Van Halen y la capacidad de asombro

Por Jorge Lagás / @cerebroatomico
Periodista y productor radial.

Esta es una declaración de aprecio y amor por Eddie Van Halen, que como todos saben, dejó de existir físicamente el 6 de octubre de este funesto 2020. Pero no tanto sobre su talento y habilidad para tocar la guitarra, de eso ya han hablado muchísimos expertos del instrumento. Es más bien la visión de un auditor común y corriente, a quien la música de Van Halen le proporcionó mucha felicidad a lo largo de su vida.

Una de las preguntas que surgieron repetidamente entre las personas tras la muerte de este personaje: ¿Cuándo escuchaste por primera vez a Van Halen? En mi caso, tras un proceso de reflexión interna y búsqueda muy seria entre neuronas fundidas, la respuesta es: no sé. 

Lo que puede haber es una canción: “Jump”. Pero no hay un primer momento. La impresión es que ha estado desde siempre, que no hay un comienzo, que venía inscrita en el ADN, que es de esas cosas que todos parecemos conocer porque sí. Al tomar conciencia de que se llamaba “Jump” y que el grupo se llamaba Van Halen, ya me la sabía de memoria, porque la había escuchado por ahí, en alguna parte, en todas partes.

Después vino conocer todo lo demás, los primeros discos, los no tan conocidos, las diferentes etapas y todo lo que conlleva hacerse fanático. Y aprender también lo que significó la aparición de la banda y su prodigioso guitarrista en el mundo de la música: un tipo que dio vuelta todo lo conocido, que inició la mayor revolución del instrumento desde los tiempos de Jimi Hendrix y que fue inspiración e influencia para el 99% de los que se decidieron a tomar una guitarra desde fines de los 70 en adelante.

Otra pregunta clave: ¿Cuándo fue la última vez que algo te voló la cabeza? En materia musical, por supuesto. Un sonido, una canción, una interpretación… pareciera ser que hace mucho tiempo no pasa algo así. Pues eso ocurrió colectivamente en 1978, cuando Van Halen lanzó su primer disco y este tipo de aspecto amigable y que aparecía siempre sonriendo, sacaba unos sonidos imposibles que nunca nadie había conocido hasta entonces. Y no era solamente por sacarlos, sino que eran parte de grandes canciones, con coros pegajosos y una capacidad de entretenimiento que contrastaba con algunas de las estrellas más “serias” de la época. Algún gran pensador lo dijo alguna vez: volvieron a hacer divertido el rock.

Ahí Van Halen le voló la cabeza al mundo y su influencia se notó especialmente en la década siguiente, donde las bandas más exitosas de su género fueron las que tomaron el molde impuesto por Eddie y sus compañeros. Y la voladura de cabeza no fue solamente en el ‘78, sino que en todos los años posteriores, y hasta la actualidad, todavía pasa que alguien en algún lugar del mundo descubre al grupo, dice “guou” y se lanza de cabeza por más.

Eso hacía Eddie Van Halen. Cambiaba realidades. Podía definir una vocación o simplemente hacerte pasar un buen rato y olvidar tus problemas con sus canciones.

Y ya que hablamos de canciones, se vuelve inevitable hacer un recuento del material más destacado: por supuesto los dos primeros álbumes, “Van Halen” (1978) y “II” (1979) son esenciales, ahí está la base de todo lo que es el grupo.

De la primera mitad de los 80, “Fair warning” (1981) debe ser el mejor, aunque el más popular es el célebre “MCMLXXXIV” (1984).

Después vino el cambio de vocalista: David Lee Roth se fue a probar suerte en solitario y llegó Sammy Hagar, que no era ningún aparecido, porque tenía una reconocida carrera previa. Con él pisaron fuerte desde la entrada, en su primer disco juntos, “5150” (1986). Y de los 90, “For unlawful carnal knowledge” (1991) y “Balance” (1995) son imprescindibles.

“3” (1998), con Gary Cherone como vocalista, es mejor pasarlo por alto. Y “A different kind of truth” (2012), con el regreso de David Lee Roth, sin ser malo, se puede vivir sin él.

Para no alargarse más, una moraleja de todo este cuento: traten de no perder nunca la capacidad de asombro, que al escuchar algo por primera vez te vuele la cabeza. Hay estudios científicos que dicen que después de cumplir 30 años, la gente deja de sorprenderse con nueva música, pero no tiene por qué ser así. Es una sensación maravillosa que la edad no tiene por qué apagar. Siempre puede que lo mejor esté por venir.

Antes de Eddie Van Halen había gente que pensaba así, que ya nada podía sorprenderlos. Y ya ven, la historia se cambió. El próximo cambio puede estar a la vuelta de la esquina.

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