Black Sabbath, los maestros de la realidad

Por Jorge Lagás / @cerebroatomico
Periodista y productor de radio Futuro.

Hay una frase que siempre se cita para empezar a hablar de Black Sabbath, la emitió alguna vez Henry Rollins: «En esta vida, solo puedes confiar en ti mismo y en los 6 primeros discos de Black Sabbath». La afirmación no solamente es correcta y una verdad irrefutable, sino que a medida que pasan los años cobra aún más valor, porque el impacto del cuarteto inglés se hace sentir cada vez que aparece un artista nuevo siguiendo sus pasos. Y eso, queridos amigos, pasa prácticamente todas las semanas aún en pleno 2021.

En esta temporada han pasado cosas llamativas en torno al grupo y a ese sexteto dorado de primeras producciones a las que se refiere Rollins. Casi siempre se ensalzan el debut homónimo y “Paranoid”, ambos de 1970. Y sí, son fantásticos, pero los otros cuatro también, así que acá estamos para hacerles justicia.

Hay que partir por un aniversario significativo que tuvo lugar hace pocos días: el tercer álbum de la banda, «Master of Reailty«, cumplió 50 años. A juicio de quien escribe estas líneas, simplemente el mejor de esa primera época.

Vino justo después de esos dos primeros discos que presentaron al mundo un nuevo sonido, lo que tradicionalmente se entiende como la fundación del metal. Su rol fue el de consolidar lo que venían haciendo, despejándolo de sus primeras influencias blues rock y ya definiendo para siempre su identidad más propia. Fue un trabajo que miraba hacia adelante, quería configurar el rock del futuro y para eso se pusieron aún más pesados y explotaron aún más el filoso sonido que Tony Iommi patentaba en su guitarra. Lo hicieron a través de un combo de canciones sin desperdicio alguno, que incluye varios himnos que hasta hoy se veneran dentro de lo mejor que alguna vez escribieron: “Sweet leaf”, “After forever”, “Children of the grave” (uno de los riffs que más les han copiado), “Lord of this world”, “Solitude”, “Into the void”… parece el repertorio soñado para un concierto.

“Master of reality” es considerado una piedra angular para estilos que se desarrollaron después, como el doom metal, el stoner rock y otros más subterráneos como el sludge metal. Imprescindible es poco decir para esta Biblia que ya cumplió medio siglo.

Ha habido más este año: en el primer semestre salió la esperada reedición “Super Deluxe” de “Vol. 4”, el cuarto disco, de 1972. A lo mejor no es el más popular, pero todos los fanáticos le tienen un cariño especial. El contexto interno del grupo, eso sí, no era precisamente positivo en ese entonces: perdidos en la cocaína y con todos los coletazos que eso trae, de todas maneras se las arreglaron para sacar un set de canciones imperecederas: “Tomorrow’s dream”, “Snowblind”, “Changes”, “Supernaut”, “Cornucopia” y en realidad todas las otras. 

La reedición incluye bastante material extra, aunque recordemos que era una época en que la industria tenía un ritmo de creación y edición de música mucho más frenético que en la actualidad, un artista sacaba fácilmente uno o dos discos al año y casi todo lo que se hacía en el estudio terminaba siendo parte de algún lanzamiento. Por lo tanto no hay canciones que hayan quedado guardadas y ahora se puedan sacar a la luz como “inéditas”. Pero sí hay interesantes tomas alternativas que sirven para darle otra perspectiva a las canciones. Y son tantos que alcanzan a llenar dos discos completos. 

En cuanto al material original, viene todo remasterizado por Steven Wilson y suena impresionante. Como gran añadido, viene un show completo grabado en su gira de 1973, además de varios objetos de colección y memorabilia que a todo ñoño le gusta tener y apreciar.

Si seguimos avanzando en el tiempo, llegamos al quinto disco, Sabbath bloody sabbath de 1973. Un álbum gestado en un castillo de Gales, donde llegaron buscando nuevos aires para desintoxicarse de tanta droga. Y lo que encontraron fue una inspiración bastante especial, pues en el castillo los penaron varias presencias fantasmales… al menos es lo que dice la leyenda. El resultado, sin embargo, fue un conjunto de canciones optimista y luminoso, en que parecían una banda que ya venía de vuelta, siendo que no habían pasado ni un puñado de años desde sus inicios. Dejaron fluir aires psicodélicos con la inclusión de teclados y sintetizadores, sin perder la contundencia de sus riffs y la identidad que le daban la inconfundible voz de Ozzy Osbourne, el bajo de Geezer Butler y la batería de Bill Ward. Las canciones: “Sabbath bloody sabbath”, “A national acrobat”, “Sabbra Cadabra”, “Killing yourself to live”, “Who are you” y “Looking for today”, cerrando con la onírica e impresionante “Spiral architect”.

Y la culminación de esta seguidilla de discos fundamentales llegó en 1975 con “Sabotage”, donde mostraban una producción más avanzada y canciones aplastantes como “Hole in the sky”, “Sypmtom of the universe” y “Megalomania”. Y unos pasajes instrumentales que contribuyen a darle una continuidad a toda la entrega. Es un álbum distinto a lo que venían haciendo, único en su especie, y de hecho el cierre de toda una época. Ahí se acaba el período del que habla Henry Rollins, de discos perfectos que establecieron las bases de varios géneros. Después nadie sabe qué pasó, pero la magia fue distinta. Aunque en ningún caso fue mala. Black Sabbath siguió adelante, vinieron muchos más discos, más etapas, más cantantes, y algunos pasajes fueron realmente fabulosos. Pero de todo eso vamos a hablar otro día, por ahora es momento de engrandecer el inmortal primer lustro de una de las agrupaciones más importantes de la historia de la humanidad.

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