El genio de Trent Reznor vuelve a usar el nombre de Nine Inch Nails para firmar uno de sus trabajos, siendo la primera banda sonora que hace bajo el rótulo NIN. Con solo cuatro canciones cantadas, “Tron: Ares” es un justo sucesor a los grandes soundtracks de la franquicia y una crítica despiadada al mundo dominado por la Inteligencia Artificial que padecemos.
Felipe Ramos Hajna
@feliperamosh
Trent Reznor ha estado ocupado los últimos meses gritando “fuck you like and animal” ante la ovación de miles de personas en lo que ha sido catalogada como la mejor gira de año (perdón, Oasis). Interpretando “Closer” en versión techno, trae a la memoria una canción que fue usada en un video que muestra cómo se le corta el pene a un hombre con una gillette de afeitar, mientras que el video que se pasaba por MTV fue grabado en la casa donde Charles Manson asesinó a Sharon Tate.
A sus 60 años y siendo padre de cinco hijos, Reznor es hoy considerado una de las personas más influyentes en Hollywood y en todo el espectro musical. Ganador de premios Emmy, Grammy y Oscar, con sus brazos musculosos y viéndose mejor que nunca, su música ya no se siente amenazante como cuando era el rey del rock industrial a comienzos de los 90. Es más, fue el propio presidente de Disney quien pidió que firmase la banda sonora de “Tron: Ares” bajo el nombre de Nine Inch Nails en lugar de Reznor y su compañero compositor y miembro de la banda Atticus Ross.
La jugada no es trivial, ya que como se preguntan en el sitio Pitchfork ¿qué otra franquicia cinematográfica puede presumir bandas sonoras compuestas por tres de los artistas más importantes en la historia de la música electrónica, con Nine Inch Nails uniéndose al trabajo de Wendy Carlos en la Tron original de 1982 y al de Daft Punk en Tron: Legacy hace más de una década? La música de Reznor siempre ha sido muy visual, así que para él es completamente natural hablar de películas.
No cuesta mucho entender porque “Tron: Ares” pueda apelar a Reznor. En una entrevista hace poco dijo que se sintió atraído a la cinta por “el concepto de vida artificial infundida con sentimientos y emociones y una especie de cuestionamiento de su propósito y su reemplazabilidad —su falta de alma, en cierto modo”. Este es un musico cuyo álbum más famoso narra un descenso, provocado por la tecnología, hacia la alienación extrema. The Downward Spiral trata de ver cómo tu propia alma se marchita; The Fragile trata de pisotearla hasta convertirla en polvo.
Trabajando con Ross, el único otro miembro permanente de Nine Inch Nails, y la banda telonera de su gira, Boys Noize (con quienes estarán en Coachella bajo el nombre Nine Inch Noize), así como Hudson Mohawke, Reznor agarra trazos de la estética ciberpunk de las propias películas para hacer un disco de electro garage. De esta forma, el ritmo arpegiador de “This Changes Everything” suena un poco como “On the Run” de Pink Floyd, si se hubiera adaptado a una pista de baile ligeramente paranoica. Cada cambio en “New Directive” lleva la canción en una nueva dirección, enviándola por un nuevo túnel bajo la luz, mientras que en el sencillo “As Alive as You Need Me to Be”, suena más como si estuviera pidiendo un gran ritmo que buscando el sentido de la vida.
En estos sentidos, “Tron: Ares” es lo más cercano que ha llegado Reznor al tipo de disco de regreso a lo básico. Hay indicios no solo del EBM minimalista de primera ola, sino también de las versiones retro de artistas como Boy Harsher, que han sacado sangre fresca de un sonido anticuado.
Pero ese también es el problema: ¿Desde cuándo Nine Inch Nails ha pasado desapercibido? El placer de quienes escuchan esta música es evidente y contagioso, pero es difícil evitar la idea de que, a pesar de su efectividad, las canciones más contundentes se sienten incompletas. Sin embargo, las mejores bandas sonoras de Reznor y Ross no suelen hacer las declaraciones tan bien hacen con Nine Inch Nails. Funcionan más como un perfume cuyo aroma es inconfundible en cualquier habitación. Es música que suena como si hubiera hecho las paces con la desesperación, en otras palabras, y aquí lo hacen de maravilla.
Es precisamente este tipo de cuidado lo que eleva “Who Wants to Live Forever?”, la mejor de las cuatro canciones vocales del álbum y una de las más conmovedoras y accesibles que Reznor haya escrito jamás. Pero también es una pieza de teatro musical increíblemente efectiva, y se vuelve más compleja cuando la misma melodía se agria en las ruinas de “Building Better Worlds”, la siguiente canción. Ni siquiera la belleza empañada del anhelo perdura.