Poder decir Adiós

Por Julio Stark / @juliostark
Periodista y conductor de programas de radio.

Han pasado seis años desde ese 4 de septiembre. Ese día estaba en la radio, como todos los días, haciendo mi programa. Eran pasadas las doce y un rumor que circulaba por redes sociales y portales informativos, tomaba fuerza. Se confirmaba el fallecimiento de Gustavo Cerati, el genio, el ídolo, la figura, el líder de la banda que había marcado mi adolescencia. No lo podía creer. Con voz temblorosa, como muchos auditores y amigos me lo hicieron saber después, di la noticia al aire. Nunca me había afectado tanto la partida de un cantante o músico, como la de Gustavo. Ni cuando chico con la muerte de Elvis estando en la consulta de un dentista en Chillán, ni cuando más grande con la partida del Gato Alquinta o Michael Jackson estando también frente a un micrófono.
Ese jueves, la música de Cerati comenzó a apoderarse de la programación de nuestra radio como un homenaje a su legado. Lo primero que se vino a mi mente fue tratar de conseguir pasajes para viajar a Buenos Aires. Quería despedirme de él. Tenía que estar ahí. Pero no lo logré. La pena y la rabia se conjugaban en un momento significativo. En el fondo de nuestros corazones, creíamos y teníamos la esperanza de que iba a volver a despertar. Esa vez, despertó para no morir jamás.
Un mes después, tuve la oportunidad de ir a la capital trasandina. Y una de las primeras cosas que hice fue visitarlo al Cementerio de La Chacarita, el mismo donde está Carlos Gardel, Mercedes Sosa y otras celebridades argentinas. Un trabajador del camposanto nos indicó el camino hacia el edificio donde descansa Gus junto a los restos de su padre. «Es la 2912, hay que subir al primer piso, caminar al fondo y luego a la izquierda», nos señaló amablemente el personaje.
Su tumba está en un sobrio nicho en un pabellón cerrado, lugar que se ha convertido en un punto de peregrinaje para muchos de sus seguidores.  La lápida aún no tenía una placa. Su nombre estaba escrito en un pedazo de papel con lápiz de pasta. Me acerque a la cripta, puse mi mano y le hablé en silencio por varios minutos. Me acordé de aquella primera vez que lo vi junto a Zeta y Charly en el Estadio Chile, cuando fui al «Free Concert» que hicieron en Chillán, aquel inolvidable verano en el Festival de Viña, esa única ocasión que lo entreviste en el Sheraton el 96, los innumerables conciertos con Soda y como solista, las fotos que le saqué en su último show en el Movistar Arena. El encargado del lugar me vio y me preguntó de dónde era. Le dije, «de Chile». Conversamos un buen rato. Ahí me contó que cada una hora, tenía que sacar las flores, cartas, fotos, peluches y los recuerdos que los fans le dejaban. Habían pasado treinta días desde su entierro y tenía acumulada varias bolsas con las diversas muestra de cariño de la gente, entre ellas varias banderitas chilenas con lindos mensajes. La idea era entregárselo posteriormente a la familia. Sobre el papelito, me indicó que era provisional, mientras su mamá y hermanas se decidían como ponerle definitivamente. Una flor en mi mano fue testigo de esa visita.
Al año siguiente, volví. No estaba el amigo cuidador, pero si me encontré con una chica que sentada en el piso junto a su madre, lloraba mientras escuchaba el tema «Puente». No quise interrumpir ese emotivo momento. Espere unos minutos hasta que pudiera secar sus lágrimas y despedirse de él. Apenas se fue, me asomé a la tumba y aquel papelito con el nombre escrito a mano que había visto la primera vez, ya no estaba. Había sido reemplazado por una placa metálica que decía: Gustavo Adrìan Cerati «GUS», junto con su fecha de nacimiento y el día de su muerte. Pero ojo, había un detalle. También estaba grabado el símbolo infinito, aquel que nos recuerda que su música lo volvió eterno.
Que lindo nuevamente decirte adiós… y que cuando te busco, no hay sitio donde no estés… genio!

Discografia de Gustavo Cerati

Discografía Soda Stereo

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