Lemmy Kilmister y Motörhead – Un acto de justicia

Por Jorge Lagás / @cerebroatomico
Periodista y productor radial.

Hoy se cumplen cinco años del fatídico día en que murió Lemmy Kilmister, el líder de Motörhead y uno de los íconos más emblemáticos de la escena rock internacional. Desde que eso ocurrió, cada 28 de diciembre, se llena de comentarios sobre su famosa “actitud”, un aspecto tan llamativo que ha terminado por eclipsar lo más importante que hizo Lemmy en su vida, más allá de tomar whisky, sacarse fotos con cara de pocos amigos, levantar el dedo del medio y lanzar alguna frase para el bronce: su música.

Esa caricatura del personaje, tan manoseada por los medios y por cierto sector del público que no le interesa conocer más que “Ace of spades” (la canción, ni siquiera el disco entero) es la que lamentablemente ha dejado en un segundo plano todo el aporte e influencia en lo netamente artístico. Pero siempre se puede hacer un poco de justicia y ese es el propósito de estas humildes líneas.

Motörhead dejó más de 20 discos, unos mejores que otros, pero todos apegados a su línea de rock & roll duro y salvaje. Nunca se volvieron new wave, ni glam, ni grunge, ni nu metal, ni alternativo, ni indie, ni industrial, ni ninguna de las tendencias que desfilaron por la industria durante todos sus años de actividad. Siempre fueron Motörhead. Desde su formación en 1975, con Lemmy recién expulsado de los capos del space rock Hawkwind, en que decidió hacer un grupo a su pinta. 

El rock que quería hacer no lo estaba tocando nadie, de modo que lo inventó él mismo y ese fue el inicio del que las crónicas describen como el grupo más agresivo y fuerte de su tiempo. Tanto así que su primer disco “On parole” fue frenado por la disquera, al encontrarlo demasiado excesivo (finalmente vería la luz algunos años después, cuando el grupo ya era exitoso). Sin ceder en su estilo, encuentran otro sello que les dejó ser como eran y finalmente pudieron debutar con su disco homónimo de 1977. En él están las bases de lo que llegarían a ser, pero el verdadero éxito y la esencia motorheadiana estuvo en los siguientes, “Overkill” y “Bomber” de 1979. Es ahí donde se patenta el sonido característico del grupo y se convierten en piedras fundacionales de estilos que se desarrollarían después de manera significativa, como el heavy metal, el speed metal, el thrash metal, el punk más hardcore, el hard rock más intenso, etc. Todos ellos aprendieron a tocar rápido y fuerte con Motörhead.

Fue entonces cuando empezó a despuntar la figura de Lemmy en distintos planos: como bajista, con un tono infernal de amplificadores al máximo y una forma de tocar con acordes y no con punteos, como el común de sus colegas; como cantante, con desgarradoras y roncas vociferaciones, que pueden gustar o no gustar, pero nadie niega que son muy reconocibles; como letrista, con ingeniosos textos; y como compositor, creando canciones directas y al hueso, pero no por eso fáciles de ejecutar.

Ahí destacaban también sus compañeros: el baterista Phil “Philthy Animal” Taylor, un precursor del uso del doble bombo y para algunos el primer baterista de thrash de la historia; y el guitarrista Eddie “Fast” Clarke, otro prócer que completaba ese trío mágico.

Las siguientes entregas continuaron la escalada, “Ace of spades” (1980), “No sleep ‘till Hammersmith” (1981, en vivo) y “Iron fist” (1982), tras el cual esa formación clásica se desmembra. Lemmy se consigue nuevos elementos para “Another perfect day” (1983) y “Orgasmatron” (1986) y en años posteriores vuelve Philthy Animal Taylor, para volver a irse en los 90. Eddie “Fast” Clarke nunca volvió y en su lugar entraron dos guitarristas, Phil Campbell y Würzel, con quienes facturan discos tan sólidos como “1916” (1991) y “Bastards” (1993). Con “Sacrifice” (1995) se constituye la formación estable que tuvo la banda durante los siguientes 20 años, hasta su fin en 2015, con el baterista Mikkey Dee (ex King Diamond) y Phil Campbell como único guitarrista. Con ellos también se redefine el estilo, llevándolo a un siguiente nivel de intensidad, aprovechando la destreza y energía de Dee, pero sin traicionar sus preceptos básicos. Y sacaron discos espectaculares como “We are Motörhead” (2000), “Inferno” (2004) y “Kiss of death” (2006), aunque nombrar unos por sobre otros es difícil porque siguen una línea bastante similar. Prueba de que Lemmy nunca perdió la genialidad a la hora de hacer música.

Para más detalles, se recomienda leer su autobiografía, que tiene varias ediciones en español. Y para zambullirse en la discografía, este año salió una asombrosa reedición aniversario por los 40 años de “Ace of spades”, con sonido remasterizado y varios agregados.

Para no alargarse más, la invitación es esa, disfrutar al personaje que había más allá de la caricatura y reencontrar su tremendo valor musical, con el que marcó el rumbo de varios géneros, aunque él nunca se identificó con ninguno de ellos y siempre presentó a su banda simplemente como “somos Motörhead y tocamos rock & roll”.

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